Boletín No. 6
Vol 2 No 3 Mar. 2006
LOS REMANENTES
Por Ricardo Vivas Arroyo
La mayoría vinimos a Dios por lo que Él puede hacer por nosotros, porque
nuestros problemas espirituales, morales y materiales nos agobiaban. Es maravilloso ser perdonado, sanado, liberado, consolado y disfrutar de gozo, paz y provisión divinas. Pero eso no es todo, Dios tiene interés en ti y anhela que vayas a más.
A medida que disfrutamos sus bendiciones, Dios espera que correspondamos a su amor y que establezcamos un compromiso con Él, para conocerle y caminar en fe. Es entonces cuando las promesas de Dios nos retan para heredar todo lo que Dios nos ofrece, en este proceso, muchas veces tenemos que esperar para ver su cumplimiento (He. 6:12).
Cuando heredamos, es decir, cuando la Palabra de Dios se cumple más y más y poseemos sus promesas, podemos servirle, porque sus promesas nos van impartiendo su naturaleza divina (2 P. 1:3-4), y servirle no es dar lo mejor de nosotros mismos, sino dar de lo que Él ha hecho en y puede hacer a través de nosotros (2 Co. 3:5-6).
Cuando le servimos y aprendemos a depender por entero de Él, al punto de no tener reservas o ponerle condiciones, su presencia se vuelve algo tan real y palpable, que su gloria se manifiesta abundante y continuamente en dondequiera que nos encontramos (2 Co. 2:14-16).
Muchos se conforman con lo que Dios hace, sus obras llenan su alma de paz y se sienten contentos. Otros suben el siguiente peldaño y poseen lo que Dios tiene, experimentan su fidelidad y poder y se sienten satisfechos con ese nivel. Algunos más, no conformes con disfrutar de lo que Dios hace y de lo que Dios tiene, quieren subir un peldaño más, para disfrutar de lo que Dios es, lo cual tiene dos aspectos: Lo que Dios es en ellos, al permitirle manifestarse por medio de ellos, y lo que Dios es con ellos, al disfrutar de su presencia.
Buscar a Dios por lo que hace, por lo que tiene y por lo que es en y con nosotros, determinará nuestro desarrollo, quienes se conforman con sus obras sólo tienen paz, los que toman sus obras y su herencia tienen, además de paz, poder, pero los incondicionales, los que no tienen reservas, tienen paz, poder y presencia. Estos últimos son los que formarán la Esposa de Cristo, los que se sentarán con Él en su trono y poseerán toda su gloria (Ap. 3:21